viernes, 8 de julio de 2011

Un millón de niños desnutridos en riesgo de morir por sequía en África.

Portavoz de Unicef dijo que la cifra supone un incremento del 50% con relación al 2009. Los panoramas más graves están en Somalia y Kenia.
La vida de un millón de niños desnutridos está en riesgo debido a la sequía que afecta a Somalia y que se está agravando en otros cuatro países del llamado “Cuerno de África”, principalmente en Kenia, alertó hoy la ONU.
“Tenemos dos millones de niños malnutridos (en esa región) y la mitad de ellos están en condiciones que amenazan sus vidas. Esto supone un incremento del 50 % con respecto a las cifras del 2009”, dijo en Ginebra la portavoz del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), Marixie Mercado.
Precisó que en algunos campamentos de acogida, la tasa de malnutrición entre los niños somalíes “es de al menos el 45 %”, mientras que la de mortalidad ha superado el umbral de emergencia con cuatro niños muertos a diario por cada 10.000 en el caso concreto de un campamento ubicado en Etiopía.
Mercado mencionó que en las zonas más afectadas de Kenia la tasa de malnutrición también ha subido de manera alarmante y que en una localidad ha alcanzado el 37,4%.
SARAMPIÓN TAMBIÉN PREOCUPA
Por su parte, el asesor en casos de emergencia para África oriental y del sur de Unicef, Bob McCarthy, dijo a través de un enlace telefónico desde Nairobi que una nueva preocupación que ha surgido en este contexto se relaciona con un eventual brote de sarampión.
Recordó que en los últimos meses se registró en Kenia una epidemia de esa enfermedad y que en el sur de Somalia, la zona vecina y más afectada por la sequía, no se han realizado campañas de vacunación por su inaccesibilidad.
Otra agencia humanitaria de la ONU, el Fondo Mundial de Alimentos (PMA), informó de que sus últimas evaluaciones indican que 10 millones de personas en los países afectados por la sequía requieren asistencia alimentaria.
Esto supone una dramática revisión al alza de los anteriores cálculos del organismo, que consideraba que las personas necesitadas de esa ayuda eran 6 millones.
SOMALIA EN GRAVE SITUACIÓN
La portavoz Emilia Casella precisó que si bien la situación más grave es la de Somalia, las condiciones en Kenia, Etiopía, Uganda y Yibuti también se están agravando rápidamente.
Sobre Somalia, precisó que más de una tercera parte de la población “requiere asistencia humanitaria” y que “el número de personas en crisis se ha incrementado en 450.000 desde enero, lo que eleva la cifra total a 2,85 millones de personas”.
En Etiopía, los resultados de la última evaluación sobre las necesidades para la segunda mitad del año pronto se harán públicos, pero el PMA anticipa que deberá proveer comida de emergencia a unos 3,5 millones de personas afectadas por la sequía.
Casella explicó que los precios de los alimentos en Etiopía han subido más del 32 % y que, en algunos mercados de la zona este del país, éstos se han duplicado desde febrero.
En Kenia, las precipitaciones no han llegado en el norte durante la temporada habitual entre abril y junio, de modo que “se prevé que el número de personas afectadas allí suba a 3,5 millones para el mes de agosto”.
PRECIO DE ALIMENTOS EMPEORA LA SITUACIÓN
También en este caso los altos precios de los alimentos -a los que se añaden los combustibles- son un factor fundamental de la crítica situación.
Para ilustrar la presión que existe sobre los precios, Casella indicó que el saco de maíz -un alimento de base- de 90 kilos ha subido un 160 % en el último año, hasta 44 dólares.
Por su parte, el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) advirtió hoy de que “sin una respuesta internacional más rápida y decidida”, los esfuerzos de acogida a los refugiados somalíes en el sureste de Etiopía están amenazados.
Desde que empezó esta nueva crisis, 54.000 somalíes han cruzado a ese país vecino y en las últimas semanas el ritmo de llegadas se ha acelerado hasta las 1.700 personas al día.

lunes, 4 de julio de 2011

Los vehículos asfixian las ciudades de América Latina.

Once diarios recorrieron las principales capitales de la región para analizar si los autos particulares son una amenaza para las grandes urbes.
La escena se repite en Buenos Aires, Sao Paulo, Ciudad de México, Quito, Santiago, Bogotá o Lima: largas filas en las vías principales; conductores que se impacientan, bocinas, imprudencia, invasión de carriles, ruido, violencia verbal, estrés. Se para y se arranca cada tres metros. Inmovilidad.
El vehículo, esa maravilla de máquina que revolucionó al mundo a finales del siglo XIX, que acortó distancias y dio origen a un nuevo estilo de vida, está asfixiando las ciudades. A tal punto que en muchas de ellas ya se lo considera su principal enemigo.
A la capital argentina, Buenos Aires, ingresan diariamente 1,4 millones de autos provenientes del conurbano; Bogotá, con casi un 1 millón de vehículos particulares, logra sacar de circulación 400 mil cada día, pero aun así, la ciudad colapsa en corredores viales principales; mientras que en Sao Paulo la gente que viaja en auto pierde 2 horas y 43 minutos en algún tramo de los 100 kilómetros de atascos que se registran cada día, esto es, 30 millones de horas a lo largo de sus vidas.
En Quito, Ecuador, un conductor tarda una hora y 30 minutos en recorrer 12 kilómetros por una vía considerada rápida; en Montevideo, Uruguay, los buenos indicadores económicos se traducen en mayor poder adquisitivo para tener carro, lo mismo que en Lima, una ciudad en la que hay sectores en los que se circula a 5 kilómetros por hora, como San Isidro.
¿CIUDADES DE AUTOS?
El automóvil ha contribuido al crecimiento de las economías y de las ciudades en pleno desarrollo, pero también ha sido el responsable de que los centros urbanos hayan sufrido modificaciones o –peor aun– hayan sido diseñados en función del vehículo particular.
Parques, monumentos, áreas verdes, ríos, barrios enteros han sucumbido ante un mal concebido progreso que prioriza el espacio para los vehículos o se construyen autopistas de segundo piso, como en Ciudad de México, que rompen con la estética urbana y atentan contra la calidad de vida.
Los críticos tienen un poderoso argumento a la hora de cuestionar el uso irracional del vehículo: el medio ambiente. Ciudad de México, Buenos Aires, Caracas y Bogotá generan casi 90 millones de toneladas de dióxido de carbono al año. Las consecuencias no se hacen esperar. En Sao Paulo, según la Facultad de Medicina de la Universidad de Sao Paulo (USP), 12 personas mueren al día por culpa de la contaminación.
EL BUS POR EL CARRO
Aunque suena facilista responsabilizar al vehículo por este estado de cosas, lo cierto es que los autos llegaron hace más de un siglo y, en esencia, siguen cumpliendo el mismo papel: rodar por las vías. Lo que ha fallado, en el caso de América Latina, es la manera como se fueron consolidando los modelos de ciudad, un transporte público que no responde a las necesidades de los usuarios y la falta de creatividad para impulsar formas alternativas de movilización.
Pese a que la gran mayoría de personas se transporta en buses, autobuses, trenes o metros, la pésima calidad del servicio público, el alto costo del mismo y la inseguridad, han convertido al sector en uno de los más impopulares.
El metro de Sao Paulo moviliza 10 millones de pasajeros por kilómetro, cuando lo normal en el mundo, según el sindicato de Metroviarios, es que por cada 2 millones de habitantes haya 10 kilómetros de metro. En Buenos Aires, cada vez más gente deja de usar los trenes y la ciudad no tiene competencia para controlar los colectivos urbanos.
“El limeño compra un auto porque no quiere subir a un transporte público lento, sucio e inseguro”, resume Erick Reyes, vicepresidente de la Sociedad de Urbanistas de Perú. “Se necesita ofrecer comodidad y economía para crear un sistema de transporte público atractivo al ciudadano”, agrega Gabriela de Llavaneras, profesora de Maestría de Transporte de la Universidad Central de Venezuela. Y esto es precisamente lo que no existe en buena parte de las 11 ciudades latinoamericanas analizadas por el GDA.
USO RACIONAL DEL AUTO
Lo peor de todo es que la situación, antes de mejorar, empeora. Los presupuestos locales no alcanzan para mantener y construir vías para los autos, mientras que las ventas de estos se han disparado en todos los países. Se añade que el chatarreo de vehículos viejos y obsoletos tampoco es alto y estos se suman a una pelea permanente por el espacio.
La esperanza está en que en las ciudades cada vez aparecen más modelos provenientes de organizaciones cívicas, o incluso de las mismas autoridades, que le apuestan a nuevas maneras de movernos en las ciudades. Se construyen ciclovías, se moderniza el transporte público, se les abre más espacio a los peatones, etc. Pero no es suficiente.
Más que una guerra contra el auto, lo que resulta urgente revisar es el modelo de ciudad que se perfila. El reto de los gobiernos locales y nacionales es pensar qué resulta más rentable para una sociedad en términos ambientales, sociales y de salud pública: si seguir haciendo centros urbanos para los carros o ciudades que permitan a la gente movilizarse con facilidad.
José Rivera Santana, planificador ambiental de Puerto Rico, indicó que lo primordial es la “planificación del terreno”, de manera que el traslado de los ciudadanos no implique grandes distancias. Las distancias cortas pueden ser cubiertas por transporte público, bicicletas o caminando.
“Hay que cambiar de paradigma, reducir al mínimo el uso del auto”, señaló Juncos Gautier, directora del Centro de Estudios para el Desarrollo Sustentable (Cedes), de San Juan de Puerto Rico. Quizás sea ese el camino. Al final, como decía William Faulkner, “un paisaje se conquista con las ruedas del zapato, no con las del automóvil”.
OPINIONES
“El sistema de transporte condiciona a los limeños a adquirir un auto. Sin un transporte público de calidad tenemos personas que buscan conseguir un auto propio aunque sea viejo”
ERICK REYES. SOC. DE URBANISTAS DEL PERÚ
“Estoy en contra de la dependencia que produce el auto. Estocolmo, por ejemplo, tiene el doble de unidades por habitante que las ciudades latinoamericanas, pero se usa mucho más el transporte público”
ANDRÉS BORTHAGARAY. INST. CIUDAD EN MOVIMIENTO
Fuente: El Comercio.






La gastronomía y su impacto sobre las ciudades y ecosistemas.

El reto del siglo XXI es la agricultura e industria alimentaria sostenibles. Tercio de producción mundial de cereales es para alimentar al ganado y aves de corral.
Cada bocado que saboreamos genera complejos problemas ambientales, anualmente se pierden 19 millones de hectáreas para crear nuevas zonas de cultivo. Parece que en términos alimenticios y gastronómicos no hay utopías. Por lo menos así lo sostiene Carolyn Steel, una urbanista alimentaria, es decir una especialista en la logística necesaria para nutrir a los habitantes de la ciudad.
Cuando en 1516 Santo Tomás Moro utilizó la palabra utopía, fue con doble intención, una especie de chiste. Y es que utopía tiene dos derivaciones del griego, puede “significar un buen lugar o ningún lugar. Porque es algo ideal, imaginario, no podemos tenerlo”, dice Steel. Para ella esta palabra no sirve como “herramienta conceptual para pensar en el grave problema de la morada humana”. Así es que ha acuñado la suya: “sitopía” (sitos, comida y topos, lugar) porque “la comida da forma a nuestro mundo”.
PLANETA COMIDA
Si la comida da forma a nuestro mundo, entonces también lo deforma. Su producción altera la ciudad y el planeta. Aquí una secuencia de eventos desafortunados desde la semilla hasta, por ejemplo, el lomo saltado: extensas zonas de la Amazonía brasileña son deforestadas para cultivar soya transgénica, lo mismo ocurre en los campos argentinos y próximamente bolivianos (tras la rendición de Evo Morales ante los lobistas del rubro).
Esta soya alterada genéticamente se usa, principalmente, para engordar al ganado y a las aves de corral que luego pincharemos con un tenedor. De hecho, un tercio de la producción anual de soya y cereales como el maíz –modificado o no– alimenta no a la gente sino a los animales que forman parte de la dieta contemporánea. Derroche total: se requieren diez veces más cereales y granos para alimentar a una persona, si antes engordó a un animal comestible. La priorización de la carne, y con ello del consumo indirecto de granos y cereales es insostenible, y compite por tierras, agua y otros recursos naturales, cada vez más escasos.
CARNE Y CAMBIO CLIMÁTICO
El problema ambiental y el impacto de las explotaciones pecuarias sobre el clima preocupan a la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
En “La larga sombra del ganado”, la FAO explica que el sector ganadero “es responsable del 18% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) medidos en equivalentes de CO2”. Y por increíble que parezca esto es un porcentaje mayor que el que corresponde al transporte.
“La ganadería –dice la FAO– es también responsable en medida aún más significativa de la emisión de algunos gases que tienen un mayor potencial de calentamiento de la atmósfera. Así, por ejemplo, el sector emite el 37% del metano”. El gas resulta de la digestión de los rumiantes, flatulencias que tiene un potencial de calentamiento global 23 veces mayor que el del CO2.
LA FALACIA DE LOS TRANSGÉNICOS
En menos de 40 años las ciudades del mundo albergarán al doble de personas que en la actualidad. Mucho más gente que necesitará alimentos, agua y otros servicios ambientales. ¿Podrá el planeta saciar a una población de seis mil millones de carnívoros urbanos en el 2050?
La gran cuestión del siglo XXI es: ¿cómo se alimenta y se alimentará a la ciudad y cómo nuestro apetito afecta los ecosistemas? ¿Cómo se ganará batalla contra la falsa premisa de que los transgénicos erradicarán el hambre mundial? La respuesta no es fácil pero ya hay extensos grupos que han empezado a señalar un nuevo camino: optar por lo orgánico, apoyar las pequeñas explotaciones agrícolas, convertir sus azoteas y pequeños jardines urbanos en huertos.
Para Steel al “construir ciudades en cualquier lugar, nos ha alejado de nuestra relación más importante, la que tenemos con la naturaleza. Sitopía es una forma de ver las cosas [...] Necesitamos pensar en la permacultura. Conceptualizar de nuevo el modo en que la comida dará formas a nuestras vidas”.
SITOPÍA
Es la palabra acuñada por la urbanista alimentaria Carolyn Steel. Del griego sitos, comida y topos lugar, significa el “lugar de la comida”. Para ella es una forma de ver las cosas, de reconectarse con la naturaleza y reconocer el impacto ecológico de nuestro apetito.
LAS CIFRAS
-Cinco empresas controlan el 80% del mercado mundial de alimentos.
-Veintitrés veces más potencial de calentamiento global que el CO2, tiene el metano producido por la digestión de los rumiantes, entre los que sobresalen las vacas.
-Diecinueve millones de hectáreas de bosques se pierden cada año para crear nuevas zonas de cultivo.

sábado, 2 de julio de 2011

Alarmante: Amazonía brasileña pierde 268 km. de bosque en un mes.

Esta cifra supone un aumento de la deforestación en un 144%, respecto a los números registrados hace un año.
La Amazonía brasileña perdió el pasado mes de mayo un área de 268 kilómetros cuadrados de bosque, según datos divulgados hoy por el Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales (INPE).
Estas cifras suponen un aumento de la deforestación del 144 por ciento con respecto a los números registrados en el mismo mes del pasado año, fecha en la que la zona desforestada alcanzó los 109,58 kilómetros cuadrados.
Este dato, en cambio, significa una reducción del 44 por ciento en comparación con abril último, mes en el que la Amazonía perdió 478 kilómetros cuadrados de selva.
DEFORESTACIÓN ILEGAL
La ministra de Medio Ambiente, Izabella Teixeira, destacó hoy que el nuevo Código Forestal, que se encuentra en tramitación parlamentaria, permite la desaparición de parte de la cobertura vegetal del bosque, pero rechazó la práctica de la deforestación ilegal de la Amazonía.
“El Código prevé ese punto, pero creo que es inaceptable que existan propiedades que desforesten ilegalmente la selva”, declaró Teixeira en un debate en el Senado brasileño.
La mayor tasa de deforestación en mayo se localizó en el estado de Mato Grosso, donde florecen los sectores agrícola y ganadero, con la desaparición 93,7 kilómetros cuadrados de bosque, según el INPE.
No obstante, esta institución aclaró que las densas capas de nube que se registraron en la región impidieron visualizar el 32 por ciento de la Amazonía.
De acuerdo con los datos del Sistema de Detección en Tiempo Real (Deter), el área desforestada entre agosto de 2010 y mayo de 2011 supera los 2.116 kilómetros cuadrados frente a los 1.567 registrados en el mismo período del año anterior.